22 d’agost 2010

IGUALTAT

Mujeres al mando

Texto de Mónica Artigas
Fotos de Gemma Miralda
Sintieron una vocación que estaba, o así lo parecía, reservada a los hombres. Para ejercerla, tuvieron que convencer a la sociedad, que asegura las mismas oportunidades, pero niega por tradición la entrada de las mujeres en según qué ámbitos. Son, todas ellas, mujeres que convierten su día a día en una lucha por la igualdad
Isabel Martínez y Sara Rabeya 36 y 33 años. Licenciadas en Ingeniería Superior de Minas. Nacidas en Oviedo y en Balsareny (Barcelona). Son la directora y la subdirectora de la mina de Cabanasses en Súria (Barcelona) que explota la empresa Iberpotash. De esta mina donde trabajan 280 personas –cuatro son mujeres, y el resto, hombres– se extrae potasa, un mineral que se utiliza como fertilizante. Es la primera mina de España dirigida por mujeres. Hace poco más de una década que la mujer se ha incorporado al sector de la minería en puestos técnicos o de dirección. “Al principio fue muy duro: ¿mujer, minera y encima jefe? No podía ser”, cuenta Sara. Por suerte, la confianza de la empresa y su intuición y saber ejercer con mano izquierda –algo que, según ellas, es propio de mujeres– les han facilitado las cosas.
Sólo existen dos minas de potasa en España. Una de ellas es la de Cabanasses. Está en Súria (Barcelona) y huele a sal. De ella se extrae esencia básica para fertilizar cultivos. Se hunde a 800 metros bajo tierra. Como en muchas otras minas, flota un polvo en el aire, hace mucho frío o mucho calor, rugen las máquinas y no se respira bien. Hay oficinas y fluorescentes, todoterrenos y camiones, calles y carreteras que la surcan, como si la normalidad fuera subterránea y el cielo una gloria negada.

Como en muchas minas, se trabaja en paz y en peligro a la vez. Pero a diferencia de esas muchas otras minas, la de Cabanasses está dirigida por dos mujeres: Isabel Martínez, 36 años y Sara Rabeya, de 33. Isabel es la directora; Sara, la subdirectora. Es la primera mina de España donde ellas mandan.

Nadie ni nada empujó a Isabel, natural de Oviedo, a descubrir lo que había allí abajo. Ni su familia trabajaba en ello, ni Isabel sentía atracción hacia uno de los oficios más tradicionales de su tierra. Pero en Oviedo no podía estudiar Ingeniería Industrial, así que se matriculó en Ingeniería Superior de Minas. Algo muy parecido le ocurrió a Sara. Nacida en Balsareny, cerca de Manresa (Barcelona), su elección fue también por cuestión de proximidad.

Ambas, cada una por su lado entonces, desoyeron las leyendas que aún circulan sobre la mala suerte que traen las mujeres que se atreven a entrar en una mina y que hacen que todavía hoy en algunos países de Europa se prohíba su acceso a estas. Coinciden en que, desde que comenzaron a estudiar, imaginarse desterrando ese poder subterráneo las fascinó. “Es tocar un montón de cosas, electricidad, geología, maquinaria –explica Isabel–, muchas más que en cualquier otra ingeniería; no es sólo preocuparte de cómo picar y arrancar.”

Isabel bajó por primera vez a una mina para ganarse el sueldo, en Hunosa, en Asturias, donde tuvo su primer trabajo. “Para todos, era la primera vez que veían una mujer ahí, así que el ambiente se vuelve extraño al momento, por mucho que tú quieras actuar con naturalidad y para que se note lo mínimo. De entrada, todos se comportan como galanes, diciéndote ‘pasa por aquí’, ‘ojo, ahí’, ‘ya te ayudo’, como si necesitaran responsabilizarse de que no te ocurra nada y de que no te manches”, explica. Sara asiente: “Te tratan diferente”. Ella fue la primera mujer que bajó ocho horas a trabajar en la mina de Vilafruns, también en Súria, y notó ese ambiente extraño y cómo, sin querer, se instalaba el pudor. “Con un calor que te mueres, incluso tuve que pedirle a un trabajador a quien jamás nadie había visto con la camiseta puesta que por favor se la quitara”.

Casi imprescindible, desde que empezaron hasta hoy: permitir que las cuiden y que hagan uso de la galantería. Y sobre todo, dejarse ayudar. Porque, cuenta Isabel, “si crees que un minero que lleva 20 años allí abajo y ha empezado trabajando a pala y pico no puede enseñarte nada, vamos mal”.

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